Campo de batalla. Vida diaria en la ciudad
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Campo de batalla. Vida diaria en la ciudad
Las ciudades son las indisputables sedes del poder en todas sus manifestaciones
Campo de batalla, vida diaria en la ciudad
Del 14 de mayo al 9 de agosto del 2003
No por sabida es menos eficaz la metáfora que equipara a la ciudad con un campo de batalla. La pertinencia de este recurso retórico es tal que de figura literaria, pasa a ser simple y sencillamente una descripción objetiva.
Las ciudades son las indisputables sedes del poder en todas sus manifestaciones; este hecho las convierte en gigantescos magnetos que atraen en torno a ellas a innumerables sujetos de todas las condiciones y temperamentos en búsqueda de mejores oportunidades. El enorme contingente de protagonistas que coexisten dentro del cerrado territorio urbano se enfrenta a encarnizadas luchas en las que están en juego el predominio, la codicia, los afectos, la aceptación, el prestigio o la mera subsistencia. Los términos en que estos enfrentamientos se dan son, en no pocas ocasiones, literalmente, de vida o muerte.
Con motivo del seminario "Flujos translocales: ciudades, desigualdades y subjetividad en las Américas" que realizaron en conjunto el Social Science Research Council (SSRC) y el ITESO, se presentó la exposición Campo de batalla, vida diaria en la ciudad, con el objetivo de promover la investigación y reforzar los mecanismos de diálogo sobre procesos sociales y prácticas culturales contemporáneas en la región. Dicha muestra reunió dos procedimientos artísticos que, por lo general, se manifiestan en escenarios y circunstancias independientes entre sí. Contó con una amplia representación de fotorreportajes que son testimonios elocuentes sobre las condiciones en que se desenvuelven los diversos grupos humanos que conforman la estructura comunitaria. Si bien su ambiente natural es el periodístico, incluyendo de manera preponderante a la nota roja, los méritos estéticos de sus imágenes y su notable capacidad para capturar la vertiginosa dinámica urbana en íconos que simbolizan el carácter amorfo de la ciudad, les han ganado por derecho propio la calidad de productos artísticos.
Además, en la exposición hubo una selección igualmente amplia de artistas que, así como sus colegas del primer grupo, también usan la cámara como instrumento de trabajo y a la ciudad como sujeto de sus propuestas. El objetivo principal de sus obras no es la sola documentación de los hechos, tanto encontrados como inducidos, sino las consecuencias que pueden provocar sus imágenes en la reflexión sobre la temática urbana o bien en la formulación de estrategias de resistencia, cargadas de humor e ironía, ante el hostil medio metropolitano que los rodea.
Aunque dan cabida a la anécdota, el ingenio y la agudeza, las propuestas de estos artistas están despojadas de cualquier afán pictórico. Contemplan con naturalidad el espectáculo cíclico y continuo de desintegración-reconstrucción que ofrece la ciudad, aceptándolo como una condición inherente a cualquier intento de establecer un nexo entre el arte y la vida con un mínimo de coherencia y pertinencia.
Los dos grupos de artistas que conformaron la muestra comparten un buen número de coincidencias. Por ejemplo, la sensación de azoro que transmiten sus propuestas en las que encontramos la visión de la ciudad como una edificación colosal construida con materiales heterogéneos unidos por la frágil argamasa de algunas devociones y vagas nociones nacionalistas. Pareciera que de sus imágenes emana la energía de un organismo al borde del colapso, provocando en quienes lo atestiguan un vértigo que despierta por igual horror y fascinación.
Los artistas convocados ofrecieron sus testimonios y visiones particulares acerca del desproporcionado juego de fuerzas que se da entre las embestidas modernizadoras de las élites políticas y económicas y las prácticas de resistencia que realizan amplios sectores de la población —tanto individual como colectivamente— para rechazar las pretensiones civilizatorias de un sistema que los excluye y les es ajeno.
En una época dominada por el vacío y la suspicacia hacia las ideologías y los discursos aglutinadores, este caótico escenario ofreció a los artistas una plataforma común que les permitió hacer pronunciamientos, tanto condenatorios como solidarios, ante una realidad social desbordada que se resiste a cualquier intento de acción planificada.
En efecto, para estos artistas las ciudades latinoamericanas contemporáneas les brindan una de las más elocuentes materializaciones de las teorías sociales con las que la sensibilidad posmoderna se acerca a la realidad para interpretarla. Nuestras sincréticas urbes se revelan ante ellos como terrenos movedizos en los que cabe la certeza de que todo es temporal, de la inconsistencia de cualquier tipo de sistema, y de que es inútil oponerse al flujo de las permanentes transformaciones de las energías sociales.
Así pues, las obras transmitieron el sentimiento de vacuidad e impotencia que impregna a nuestras sociedades, así como algunos rasgos de grandeza que, sin sublimar o pasar por alto el drama que conllevan, se desprenden de la lucha que a diario libran legiones de desamparados.
En este contexto, si bien el sistema dominante nos ofrece como horizonte un callejón en donde las posibilidades de ejercer cierta acción independiente se van estrechando, los actos de rebeldía que emprenden cotidianamente millones de seres anónimos, son percibidos con la simpatía y esperanza que suscitan las manifestaciones de imbatible y conmovedora vitalidad.
Artistas participantes:
- Francis Alÿs
- Yolanda Andrade
- Miguel Calderón
- Marco Antonio Cruz
- El Archivo Díaz Delgado y García
- Arturo Fuentes
- Héctor García
- Silvia Gruner
- Jonathan Hernández
- Eric Jervaise
- Gabriel Kuri
- Gonzalo Lebrija
- Fabricio León Diez
- Ignacio López
- Los hermanos Mayo
- Enrique Metinides
- Fernando Ortega
- Pablo Ortiz Monasterio
- Rubén Ortiz Torres
- Daniela Rosell
- Santiago Sierra
- Melanie Smith