Cinco contemplaciones, imágenes de la cultura hiuchola
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Cinco contemplaciones, imágenes de la cultura hiuchola
Como parte del Día de la Solidaridad, la exposición en Casa ITESO Clavigero impulsó el acercamiento respetuoso con el pueblo Wixárica
Cinco contemplaciones, imágenes de la cultura huichola
Del 7 de marzo al 20 de abril de 2002
Los wixaritari son un pueblo sumamente místico. Mantienen una cosmovisión arraigada en su historia y entorno en la que se vinculan con los ancestros y los seres sagrados a través de los sacrificios de sangre y otras ofrendas. Sus actuales pobladores forman parte de una comunidad histórica y cultural que ha existido desde hace cientos de años.
Su vida se guía por la religión y se organiza en torno a la trilogía sagrada: venado–maíz–peyote, que simboliza el ciclo de vida: caza, agricultura, recolección. El marakame los guía, con base en los mensajes y enseñanzas que los dioses envían a través de los sueños y del hikuri (peyote). Existen una gran cantidad de cargos religiosos: los jicareros, los hikuritame (peyoteros), los wainarori (danzantes), los tsikuaki (bufones enmascarados), entre otros, que se encargan durante cinco años de llevar a cabo las distintas ofrendas, fiestas, ceremonias y sacrificios con la finalidad de "mantener encendidas las velas de la vida". Esto es, al recrear con estas actividades el ciclo de creación vuelven a crear el mundo, cada año, cada vez, para que siga existiendo.
Esta visión es la que Nierika, video realizado por Colectivo Vórtice, quiere mostrarnos, ya que el Nierika es una imagen para la ofrenda, pero cualquier objeto, o uno mismo, se vuelve Nierika al pintar en él las imágenes sagradas.
En el mundo wixárika hay un continuo fluir de la vida y una constante necesidad de sostenerla. Por eso, en ellos existe una increíble continuidad: los símbolos, las actividades, los lugares y aun las personas que aparecen en fotografías de un siglo de antigüedad, no les resultan reliquias sino que tienen una fuerte carga de actualidad. Nada de lo retratado es ajeno o lejano. Quizá sea ésta la razón por la cual los wixaritari resultan fascinantes para el teiwari (el extraño) y por ello nos hemos esforzado durante tantos años en ver, conocer y comprender su vida cotidiana.
Con esta perspectiva, Carl Lumholtz vino a México en el último decenio del siglo XIX, pero en algún punto de sus largos viajes, a través de la convivencia con los indígenas, su visión del mundo cambió: pasó de naturalista a antropólogo y, de ahí, a humanista; este proceso es posible percibirlo en sus fotografías.
Años después, Juan Víctor Arauz visita la sierra en momentos de cambio. El largo aislamiento se aproxima a su fin y el pueblo wixárika ve llegar los caminos, las pistas de aterrizaje, las escuelas. Quizá con la idea de registrar este proceso se empiezan a tomar las fotos, pero a la larga, esta también se transforma y nos permite entrever que los dioses todavía demandan sacrificios.
Esta exposición formó parte del programa de actividades del Día de la Solidaridad, que tuvo como objetivo impulsar un proceso de acercamiento respetuoso con el pueblo wixárika y una respuesta comprometida con su problemática y solicitud de apoyo.
Por su parte, Pablo Ortiz Monasterio logra captar la esencia, el movimiento, la presencia de lo divino en la fiesta. Las costumbres siguen fuertes, vivas, vigentes en un mundo de Coca-Cola y televisión. De alguna manera, los wixárika que Lumholtz fotografió casi un siglo antes siguen haciendo "el costumbre " del mismo modo: usando lentes oscuros y bebiendo junto con el nawa -el tejuino ceremonial– cerveza embotellada. El corazón del venado sigue latiendo para mediar entre dioses y hombres.
La exposición mostró el trabajo de destacados fotógrafos como Carl Lumholtz, Pablo Ortiz Monasterio y Juan Víctor Arauz, el tejido del artista y marakame wixárika José Benitez y el proyecto de video realizado por el Colectivo Vórtice.