Tercer lugar
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Tercer lugar
Imaginaciones
Andrés Anguiano
La luna brilla sobre Federalismo, alta, en el cielo nocturno de verano. Mis pasos resuenan en el concreto de la banqueta, me encuentro exactamente a la mitad de las estaciones de Tren Ligero "Mezquitan" y "Refugio". Voy hacia "Juárez".
Camino porque no traigo ni un quinto, pero no me arrepiento, pues aquella caminata es ahora uno de mis recuerdos más agradables.
Los carros pasan, alto, siga, cruzan peatones, ciclistas circulan arriesgando el pellejo. Observo habitantes de la calle, con esa mirada cansada pero vigilante. La guitarra y la mochila pesan cada vez más, tengo sed, hambre y estoy molido por el trajín de lo que fue un día bastante largo pero entretenido.
Llego a la esquina de Morelos y Penitenciaria. Hay una pequeña multitud esperando el camión. Me posiciono en la parada que es más que nada imaginaria. En Guadalajara te puedes parar en las esquinas y los camiones de empresas paraestatales te darán la parada, las del gobierno precisan que estés en las paradas oficiales.
Pasan los minutos y no aparece el ansiado 629 La Venta-La Primavera. Cinco, diez, quince minutos pasan y la pequeña multitud ya es mediana, hablamos, no estamos contentos.
Permanezco en mi sitio, pues normalmente cuando espero algo, en una cola o en otras situaciones y "me muevo", aquello que esperaba llega o la cola avanza repentinamente. Así que me quedo plantado en mi sitio. En efecto, después de unos minutos un camión se detiene y una señora de a bordo exclama:
— ¡La Venta, por todo Vallarta!—
Me subo, pues se va haciendo tarde. Me desparramo en el asiento trasero más apartado y casi me quedo dormido, hacían varias horas que no había parado de moverme. El camión arranca y alcanza una velocidad considerable.
Otro aspecto curioso de los camiones en la capital tapatía es que alcanzan velocidades cercanas a las de un vagón de metro, sólo que sobre la superficie porosa de las calles. De vez en cuando pasan un tope o cráter al ir a todo motor y si no te aferraste no te salvaste.
Precisamente un tope es lo que me saca de mi estupor. Me incorporo y al voltear a mi izquierda veo a una mujer joven. Decido sacarla de su estado reflexivo.
—Hace calor ¿no?—
—En Guadalajara siempre hace calor— responde sin estresarse.
—Bueno sí, pero tampoco llega a ser infernal, existen lugares en México donde realmente te quieres morir— expongo con seguridad.
— Pues tienes razón, en cuanto a la percepción del clima lo mejor siempre es dejar que el otro tenga la razón, es diplomático— contestó aburrida.
— ¿Qué has leído últimamente?— aventuro.
— Nada, lecturillas de la escuela, el inicio de una novela, dos, siempre empiezo una y me voy con otra. Algo tienen los principios de las novelas que me gusta— me contó.
— Esta situación en la que nos encontramos me recuerda bastante a un cuento de Cortázar de cuyo nombre no puedo acordarme— declaro.
— ¿Un vato le empieza a hablar a una morra sobre el clima y después de libros?
— Un sujeto se sube a un camión en Buenos Aires. Es febrero, por lo tanto hace calor, como ahora. Al subir una mujer joven, siente que todos la miran, esta sensación continúa hasta que todos se bajan excepto el sujeto del principio— relato haciendo uso de mi memoria.
— ¿Y al final?— pregunta.
— Se bajan en sus destinos, felices de haberse conocido, queriéndose. Pero se apartan, cada quien sigue su vida— concluí un poco taciturno.
— ¿Y si nosotros también nos queremos aunque sea un rato?
— Suelta sorpresivamente.
— Es bueno querer a alguien, la ciudad es inmensa, de hecho hay que seguirnos hasta La Venta, nos bajamos y nos quedamos, para siempre, no quiero regresar a Guadalajara— reflexiono de vuelta.
— Imagina que te digo que sí— me contesta.
— ¿Eso hago, pero también tú, eh?— le digo.
— Y no volvemos nunca, tan cerca y tan lejos— murmura quedito.
Estos minutos que se alargaron a toda una vida fueron hermosos, nos quisimos con locura.
El final ineludible llega y mi compañera de imaginaciones tiene que bajar y despedirse de mi.
— Siempre te quise, fueron unos años maravillosos— me dice con nostalgia
— Maravillosos— respondo, ya triste.